miércoles, 12 de octubre de 2011

Cienaga

Fuente marchita, que abandono me has traído;
Ya no podré tener remanso, si tanto nos amamos; por que ;
Dime porque el naufragio, los besos se hundían en el barro,
La huida caduca, la huida se vuelve tumba.

Te vi hundir las manos en la ciénaga, abrir los brazos y volar;
Liberarte del deseo y amainar en nuestro seno la muerte,
No pude hacer nada, mientras el puñal carmesí brotaba de mi vientre,
Mientras te veía perderte en sombras y penumbra.

Se va marchita, te veo desfallecer, junto a mí, me desangro
Y veo de tus labios brotar un rubí, me azota preciosa gema de vida,
Cierras los ojos y termina la lucha, siento el puñal entrar en mi vientre, y
Te veo nuevamente correr descalza hacia la ciénaga.

A la sombra de ave.

La vi caer violentamente hacia mí, revoloteaba como una indefensa ave rapaz que había perdido el rumbo, la encontré tan hermosa, perdida, magullada por los años y el mal pasar, pero ahí estaba frente a mí, quieta; como el silencio mismo de una tarde de muertos, te amé tanto, te vi tan poco, que la noche fue nuestro peor enemigo, te vi volar por sobre mí , me di cuenta que aún me amabas, pero el peso de noche de muertos era evidente, todos muertos , nuestros corazones muertos, la luz muerta y tu cuerpo apunto de estrellarse en el suelo.

Blackout

Y cuando te vi, la oscuridad se hiso inmensa, la verdadera razón de la ausencia emergió de pronto, y ahí estaba un pequeño rubí que se mesclaba con la mansedumbre de la angustia, la soledad se hacía mía; una y otra vez arremetía con fuerza el miedo. No quise dejarte, fue la noche la que se consumió frente a nosotros, fue la noche la que nos negó, fue la noche la que te alejó de mis brazos, yo quise seguirte entre pasadizos de cal, pero la noche me negó tus labios, fue el azar de un absurdo lo que fulmino mi calma, le dio metralla, le dio hambre, le dio solo oscuridad. Así murió mi pecho, en la boca de la noche, en la indiferencia de la sombra, en la hosquedad de la farsa, en la angustia de la aparente calma, te vi desvanecer; y junto a ti se fue el último grito de la noche, y allí yacía sentado bajo una cielo de muerte, algunos corrían por salvaguardar sus miserias y yo allí yacía sentado bajo un cielo de muerte, guardando tu nombre, esperando que tu sien se posara en mi pecho y desde ahí desgarrarla con el instinto de un beso ya acontecido , una muestra de que seguía vivo, una razón para aguantar la noche, una forma indisoluble de calmar mis ansias, una repetición de un beso marchito que me mostrara los verdaderos colores de la noche.